El futuro de 45 jóvenes en Corea del Sur marcado por el bullying

En Corea del Sur, la violencia escolar ha dejado de ser un tema invisible: cada vez más estudiantes enfrentan las consecuencias de sus actos, y las autoridades educativas han tomado medidas concretas para que el acoso deje de pasar desapercibido. En 2024, el Ministerio de Educación reforzó sus políticas, estableciendo que los registros disciplinarios por bullying se conserven durante cuatro años después de la graduación del agresor, con el objetivo de responsabilizar a los jóvenes desde temprana edad.

Estas medidas comenzaron a tener un impacto tangible en 2025, cuando varias universidades implementaron por primera vez la consideración del historial de acoso en sus procesos de admisión. Durante este año, una encuesta realizada entre abril y mayo reveló que 2,5 % de los estudiantes había sufrido bullying cibernético o grupal, y un informe del 17 de septiembre de 2025 señaló que el acoso alcanzó un punto máximo, sobre todo entre los alumnos de primaria.



Como resultado de estas políticas, un total de 45 estudiantes vieron frustradas sus aspiraciones de ingresar a las universidades más prestigiosas del país. En la Universidad Nacional de Seúl (SNU), fueron rechazados 2 candidatos, mientras que en la Kyungpook National University fueron 22, y las demás universidades sumaron los 21 estudiantes restantes. A partir de 2026, se anunció que se aplicará la descalificación automática si los aspirantes tienen antecedentes de acoso, sin importar la gravedad de la falta. Además, desde 2025, universidades como Korea University comenzaron a reducir hasta 20 puntos en los exámenes de admisión a quienes contaran con registros de bullying.



Estas acciones reflejan un cambio profundo en la manera en que la sociedad surcoreana aborda la violencia escolar: no se trata solo de sancionar, sino de enseñar responsabilidad y de demostrar que cada acción tiene consecuencias duraderas. Los expertos alertan que, además de las sanciones académicas, los estudiantes agresores pueden enfrentar ansiedad crónica, abandono temprano del campus, trastornos depresivos e, incluso, casos extremos de suicidio, todos fenómenos documentados en la población joven. Por esa razón un porcentaje de la población no esta del todo de acuerdo con la medidas.

El ejemplo se extiende más allá de las aulas. En los Juegos Olímpicos de Invierno 2018 en PyeongChang, la patinadora surcoreana Kim Bo‑reum ganó la medalla de plata en la competencia individual de mass start, pero se vio envuelta en una controversia por presunto acoso hacia su compañera de equipo, Noh Seon‑yeong. Kim rompió a llorar sobre el hielo y se disculpó públicamente, mostrando que incluso atletas exitosos enfrentan consecuencias por sus acciones, y que la presión social y la convivencia en equipo influyen profundamente en la conducta de los jóvenes.


Todo esto nos recuerda que nuestras acciones realmente cuentan. Cada decisión, cada palabra y cada gesto tiene un impacto, a veces más grande de lo que imaginamos. Lo que hacemos hoy no solo marca nuestro propio camino, sino también el de quienes nos rodean. Asumir la responsabilidad de nuestros actos es una oportunidad de aprender, crecer y contribuir a crear un entorno más justo y seguro para todos. Solo reconociendo nuestras faltas y tomando decisiones conscientes podemos construir un futuro donde el respeto y la empatía sean la base de nuestra convivencia.

Anyo

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